sábado, 14 de noviembre de 2015

Liberté, égalité, fraternité...

No hay palabra que sacie la impotencia. No hay gesto que alivie el dolor. No hay apoyo que valga ni mirada que calme el sufrimiento. La verdad es que no queda nada por lo que seguir, nada por lo que luchar y nada por lo que soñar, cuando el destino de este mundo está en manos de humanos sin humanidad.

Y qué jodido es que nos demos cuenta del dolor, sólo cuando llama a las puertas de nuestra casa. Qué jodido es pensar que ese mismo dolor no tiene un sólo nombre ni una sola nacionalidad. Algo que parece que se nos olvida... Qué jodido es, ¿verdad?

Somos todos o ninguno. Luchamos por todos o no lo estaremos haciendo por nadie. Porque si no luchamos por cada gota de sangre derramada sólo le estaremos dando una razón más a la injusticia. Y es que no es sólo asesino quien aprieta el gatillo. Lo son todos aquellos que hacen posible que alguien empuñe el arma. Aquellos arrogantes con corbata que miran sin escrúpulos como miles de inocentes mueren cada día por decisiones tomadas alrededor de una gran mesa repleta de intereses.

Y es que queda claro que algo estamos haciendo mal cuando valoramos más un trozo de papel que la sonrisa de un niño. Queda claro que todo por lo que un día se luchó, todo por lo que muchos sufrieron para conseguir, lo estamos destruyendo. 

Libertad, igualdad, fraternidad... Algo que ya se gritaba allá por el 1789. Pero de qué preocuparnos, eso queda muy lejos, ¿no?